Publicado: 9 de Agosto de 2022

Verano, época en la que las garrapatas campan a sus anchas y se convierte en la peor de las pesadillas para quienes la investigan, luchan contra su proliferación o contra sus bacterias. Actualmente existen al menos 29 variedades de garrapatas en España y más de 900 especies en el mundo. Pero, ¿cuándo han dejado de ser sólo un problema para los animales o el ganado? Estos artrópodos vectores son los causantes de numerosas enfermedades en humanos y en muchos casos se consideran una patología emergente, "una enfermedad rara" y una que no es necesariamente de declaración obligatoria, como es el caso de la enfermedad de Lyme. Cuestiones que dificultan la investigación médica y científica, la contabilización de casos y el tratamiento de los pacientes.


El aumento de actividades al aire libre, la pérdida de estaciones debido al cambio climático y por ende, la subida de las temperaturas, han dado lugar a un caldo de cultivo perfecto para que las garrapatas se multipliquen y potencien su resistencia. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las zoonosis vectoriales provocan cada año la muerte de más de 700.000 personas en todo el mundo y suponen cerca del 20% de todas las enfermedades infecciosas, como es el caso del zika, el virus del Nilo Occidental o la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo. En el mes de julio han sido detectados dos casos de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo en la comarca del Bierzo en Castilla y León, según notifica el Ministerio de Sanidad. Los artrópodos están intensificando su presencia en el territorio y por ello debemos conocer al enemigo que amenaza en nuestros campos.


La enfermedad de Lyme consiste en una patología zoonótica desarrollada tras la picadura de una garrapata -Ixodes Ricinus-. "No todas las garrapatas de esta especie portan esta bacteria. Sólo la mordedura de una infectada por borrelia burgdorferi causará enfermedad de Lyme en el huésped", explica José Antonio Oteo, director del Centro de Rickettsiosis y Enfermedades Transmitidas por Artrópodos Vectores y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).


La borrelia, una bacteria presente en "la garrapata del ciervo", aunque también encuentra su reservorio en pequeños roedores y venado, causará la enfermedad de Lyme en el organismo humano al que acceda. Estamos ante una patología de difícil detección, ya que puede cursar asintomática como también despertar signos inciertos atribuibles a otra complicación o incluso manifestarse años después de la picadura. "El principal problema está cuando aparecen los síntomas y no pueden relacionarse con la mordedura de garrapata que se sufrió durante la infancia y así queda difuminado el trazo de origen de la infección", detalla Carmen Navarro, experta en el diagnóstico y tratamiento de enfermedad de Lyme de la Asociación Lyme Crónico España (ALCE)


Actualmente se desconoce el número de personas que sufren esta enfermedad. El Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) hizo público en su último informe que entre los años 2005 y 2019 se registraron 1.865 pacientes con Lyme en toda España, lo que supuso un incremento de las hospitalizaciones del 191,80%. Esto son solo estimaciones. Al no tratarse de una enfermedad de declaración obligatoria, "no conocemos datos exactos, puesto que no se exigen". Ahora, además de las pruebas avaladas por las sociedades científicas, "han aparecido en el mercado técnicas muy sensibles pero inespecíficas que detectan más pacientes de los que verdaderamente padecen la enfermedad", concreta Oteo.


"La idiosincrasia de las bacterias hacen que las pruebas fallen y se queden muchas personas sin diagnosticar o que son imprecisos", explica Navarro. De ahí a que los datos estén infravalorados, opina la doctora. "Se trata de la enfermedad zoonótica más frecuente en Europa, por lo que la dificultad en su detección sólo ralentiza la investigación y la necesidad de instaurar un consenso -entre las autoridades sanitarias- sobre el diagnóstico y el tratamiento", añade.


LAS COMPLICACIONES DEL DIAGNÓSTICO


Seguir el rastro de la borrelia burgdorferi es complicado. Existen historias de pacientes que llevan años sintiendo cansancio, dolores musculares, articulares y desconcentración, que por más horas de consultas, más tratamientos o pruebas, la enfermedad de Lyme no suele estar entre las opciones que baraja el especialista ya que resulta fácil confundirla con otra patología con la que comparta los síntomas. "Tengo pacientes que comenzaron a desarrollar signos de la enfermedad en su edad adulta y hasta después de muchas pruebas no se ha relacionado con la garrapata que le picó durante la infancia, ya que en su día no presentó síntomas", cuenta la doctora.


El Lyme pasa por varias etapas. El principal signo es el eritema migratorio. Una señal en forma de marca circular de apariencia similar a un ojo de buey que se manifiesta después de la picadura de una garrapata infectada por la borrelia. "Aunque no siempre se presenta, puede que sólo en la mitad de las personas mordidas", concreta Oteo. El eritema migratorio ayudaría a realizar el diagnóstico en la fase precoz localizada.


En el caso de pasar desapercibida, al cabo de días o de semanas sin tratamiento, el paciente desarrollará complicaciones derivadas por la diseminación de la bacteria a otros órganos. "Lo más significativo es la afectación del sistema nervioso central en forma de parálisis facial periférica pudiendo afectar a uno o los dos nervios del rostro", describe el portavoz de la Seimc. Acompañado de cansancio, dolor de cabeza, e incluso fiebre. "Si se administra rápidamente el antibiótico es muy alto el porcentaje de pacientes que se recuperan sin ningún problema", puntualiza Navarro.


En cambio, si la antibioterapia es la correcta o no ha sido diagnosticado a tiempo, el Lyme evoluciona a la siguiente etapa. "El paciente continuará con la afectación en el sistema nervioso, también con las contracturas musculares y dolores en las grandes articulaciones. Incluso, la bacteria puede migrar al corazón", explica el especialista. "Si le realizamos un electrocardiograma al paciente podemos encontrar trastornos en la conducción de los impulsos eléctricos del corazón, quizá él no las experimente pero aparecerá en los análisis", añade.


Si en estos casos, tampoco se ha relacionado la sintomatología con la enfermedad de Lyme, el paciente pasaría a la etapa tardía o persistente. La afectación a grandes articulaciones continúa siendo el tronco principal de todas las dolencias, acompañado de mareos, cefaleas, cansancio persistente, e incluso implementada por complicaciones como "la acrodermatitis crónica atrófica, con la que la piel se queda apergaminada y dañada". Se trata de la manifestación dermatológica de Lyme "más frecuente en Europa", apuntala José Antonio.


CUANDO LYME SE VUELVE INVISIBLE


En este punto, los signos de la infección tornan a intermitentes. "Habrá meses en los que aparezcan dolores en un músculo, el dolor cese y al mes siguiente ataquen a otro completamente distinto", concluye el especialista. La persistencia de la sintomatología, tratada de forma correcta o no, ha hecho a los especialistas acuñar términos como "Lyme crónico" o "Lyme persistente". Esta etiqueta pretende englobar a aquellos pacientes que llevan lidiando con la enfermedad durante años y que pudiendo haber realizado el tratamiento siguen acarreando con los síntomas.


En esto pasa como con el Covid-19, hay quienes después de superar la infección continúan arrastrando las dolencias o las complicaciones derivadas de la enfermedad. Lo mismo ocurre con el Lyme. "No comparto el uso del término crónico, parece que estamos hablando de algo que no se cura, sin embargo, las enfermedades infecciosas y las producidas por bacterias son capaces de desaparecer por completo tras el tratamiento antibiótico", explica Oteo.


Podemos hablar del síndrome "post-Lyme", la bacteria puede haber sido eliminada del organismo y generar secuelas. "Muchos de estos pacientes refieren que están cansados, que tienen dolores musculares, trastornos en el sueño e incluso en la concentración", cuenta el Oteo. "Estos signos pueden alargarse durante semanas o meses después de superar la enfermedad infecciosa", añade.


La falta de criterio unánime entre las competencias sanitarias en toda España, la variedad de pruebas precisas o "excesivamente sensibles", la accesibilidad a las mismas y la variedad de los signos de manifestación temprana del Lyme complican el diagnóstico. "La enfermedad se identifica cuando ha habido una picadura previa al comienzo de los síntomas, pero también, es determinante el territorio en el que se encuentre el huésped de la bacteria", explica Oteo.


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