Publicado: 6 de Junio de 2022

Existen más de 2.500 especies de mosquitos y podemos encontrarlos en todas las regiones del planeta (excepto en la Antártida). Además de su ubicuidad, cabe resaltar su letalidad, pues este insecto es la criatura más letal que existe: es responsable de más de 725.000 personas cada año, frente a las 50.000 muertes provocadas por las serpientes o las apenas 10 personas que matan los tiburones.


Y, además, los mosquitos son pesados, molestos, dolorosos y se comportan como vampiros a los que solo les interesa nuestra sangre. Su zumbido agudo en nuestra oreja es posiblemente uno de los ruidos más enervantes del mund*.


Por esa razón, ha habido muchas maneras a lo largo de la historia de controlar la propagación de estos insectos inequívocamente inoportunos. Desde las más sofisticadas, Tony Stark style, como la que propuso en una ocasión el inventor y ex director tecnológico de Microsoft Nathan Myhrvold (un láser que literalmente dispara a los mosquitos y los volatiliza, como si fueran misiles balísticos); hasta el faraónico plan del dictador italiano Mussolini (por medio del drenaje de las lagunas Pontinas).


No obstante, hay medidas mucho más razonables y asequibles para, al menos, pararle un poco a los pies (o las alas) a los mosquitos. O, más concretamente, a los mosquitos hembra, que son los únicos que nos pican.


Evita las probabilidades

El 85% de la probabilidad de ser picados por un mosquito responde básicamente al grupo sanguíneo derivado de las sustancias químicas naturales que exudamos. El mosquito atacará preferentemente a quienes presenten niveles más altos de ácido láctico en la piel. Esta es la forma que tiene el insecto de averiguar si tenemos sangre del grupo 0, en vez de A o B, porque la 0 es la que le resulta más nutritiva.


El otro factor decisivo, además de nuestro tipo de sangre, es el C02 que emitimos, el dióxido de carbono. El mosquito hembra puede olerlo a más de 60 metros de distancia. Este gas lo exhalamos cuando jadeamos tras un esfuerzo, o cuando hablamos demasiado o gritamos. Si estamos haciendo ejercicio, pues, somos un blanco ideal porque no solo emitimos más C02, sino que la temperatura de nuestro cuerpo aumenta, convirtiéndonos en un indicador término más inequívoco para su sistema de detección. Es decir, que si hay muchos mosquitos en un entorno, evitad el deporte al aire libre.


Plantas, colores y otros remedios muy asequibles


Hay muchas medidas fáciles y asequibles que todos podemos tomar para amortiguar el anhelo de sangre de los mosquitos. A continuación, algunas de ellas.


Usa colores poco atractivos: Los mosquitos no solo se basan en el calor corporal, el C02 o el olor para detectarnos, también usan su visión. Y los colores vivos le resultan más interesantes. Así, según un estudio de la Universidad de Florida, este es su gama de colores favorita: negro (el más atractivo), rojo (muy atractivo), gris y azul (neutral), verde y amarillo (menos atractivo).


Usar plantas que son un repelente natural: las flores de geranios, además de ser fáciles de cuidar, repelen a los insectos voladores. Otras plantas con un efecto similar son la albahaca, la lavanda y el romero. La hierba de gato o hierba gatera también es una planta que parece repeler a los mosquitos de forma muy eficaz. No podemos olvidarnos tampoco de los resultados de un nuevo estudio en Nature Communications que muestra cómo funciona el piretro o pelitre de Dalmacia (Tanacetum cinerariifolium), con dos componentes que actúan de manera sinérgica para disuadir a los insectos.


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