Publicado: 23 de Abril de 2024

El ser humano necesita estar al aire libre para su salud física y mental. Es algo de lo que no somos conscientes cuando pasamos horas enclaustrados en nuestro despacho o en casa, delante de la tele, el ordenador o el móvil. La nueva ciencia de la cronobiología apoya esa idea. Dentro de cada persona hay relojes internos que necesitan sincronizarse con los externos, en especial, con la luz del sol. Lo resaltan los doctores Eduard y Carla Estivill en El método Tokei: “Parte de nuestra cronobiología depende de la claridad solar y de la luna, que se mueven de manera cíclica. Eso se manifiesta en el ser humano a través, por ejemplo, de los periodos de vigilia y sueño”.


De hecho, los hábitos de las personas más longevas del mundo suelen estar en armonía con estos ciclos. En el pueblo japonés de Ogimi, que la pasada década fue declarado el lugar con más centenarios cada 1.000 habitantes, sus ciudadanos se levantan con el sol y se acuestan al anochecer, además de pasar la mayor parte del día al aire libre.


Exponernos a la luz solar, que tiene una calidad muy distinta al amanecer y en el ocaso, nos ayuda a optimizar la energía. Así como la claridad de la mañana nos despierta y vigoriza, liberando cortisol para que el cuerpo se active, la del atardecer nos ayuda a segregar melatonina, que nos prepara para el buen sueño. Nuestra cronobiología precisa de estar al aire libre, que es donde el ser humano ha vivido más del 99% de su historia como especie. Y si, además, practicamos deporte, los beneficios se multiplican.


Aunque nos resulte cómodo usar las máquinas de un gimnasio o incluso practicar gimnasia en casa, el tándem ejercicio más aire libre es realmente imbatible. Además de las mencionadas ventajas para poner los relojes internos en hora, el aporte de oxígeno —en especial si nos movemos por un parque u otro entorno natural— completa el cóctel del bienestar.


Según el investigador Javier Alonso Álvarez, especialista en ciencias del ejercicio y la salud, el deporte al aire libre soluciona la insuficiente vitamina D que presenta buena parte de la población española, tan importante para el ánimo como para el buen estado de los huesos, entre otros beneficios. Dado que durante la primavera y el verano basta con 10 minutos al día para obtener la vitamina D que necesitamos, no hace falta correr maratones para gozar de esta medicina natural. Por supuesto, en verano se aconseja realizar ejercicio en las horas de menos calor.


En invierno puede que nos sorprenda ver a corredores en pantalón corto en días fríos o a nadadores ejerciéndose en aguas gélidas. Sin embargo, ese peaje aporta una interesante compensación, sobre todo si nos sobran algunos kilos. Además de las calorías que se queman con el propio ejercicio, moverse en un ambiente exterior frío obliga al cuerpo a un gasto complementario de calorías.


Sacar el ejercicio fuera del gimnasio tiene otra ventaja: se evita caer en el error de compararse con otros deportistas más entrenados, lo que puede resultar en frustración.


Además de tonificar nuestro cuerpo y del chute de hormonas del bienestar que segrega el ejercicio, si este es aeróbico resulta muy efectivo para atajar la divagación del cerebro. Cuando nuestros músculos se mueven de manera rítmica y constante, además de incrementar el consumo de oxígeno, llega un momento en el que no podemos pensar en nada más. Para seguir en marcha, necesitamos invertir toda nuestra energía en el ejercicio, con lo que nos liberamos de cualquier pensamiento inservible. Esta puede ser una razón extra por la que hay tanta gente enganchada al running, más allá del incremento de la dopamina, la serotonina y la endorfina.


No solo los escritores como Murakami salen a trotar por la mañana. El actor Dani Rovira, tras superar un cáncer, completó su recuperación corriendo al aire libre —solo o con su perro—, un hábito que también mantiene la comunicadora Anne Igartiburu, con independencia del lugar al que la lleve su vida profesional.


No hace falta ser Rocky subiendo los escalones del Museo de Arte de Filadelfia. Si se reserva un rato cada día para mover el cuerpo en el exterior, aunque solo sea para regresar del trabajo a pie, estamos cuidando y tonificando el único vehículo para la vida.


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