Publicado: 23 de Enero de 2024

Si con solo mirar nuestro reloj o teléfono móvil podemos conocer en tiempo real nuestro ritmo cardíaco, la cantidad de pasos que damos, las calorías que quemamos o las horas de sueño alcanzadas la noche anterior, ¿por qué no podemos hacer lo mismo para conocer nuestra presión arterial?


La presión arterial es la fuerza que la sangre ejerce contra las paredes de las arterias. Se define por dos valores: la presión que resulta del empuje de la sangre bombeada al resto del cuerpo por la contracción del corazón, llamada presión sistólica (o máxima), y la que ocurre cuando el órgano se relaja, llamada diastólica (o mínima). La Asociación Estadounidense del Corazón considera que la presión arterial es normal cuando estos indicadores no exceden, respectivamente, los 120 y 80 milímetros de mercurio.


Cuando los valores están por debajo de 90/60 milímetros de mercurio, la persona presenta hipotensión. En deportistas puede ser asintomática y no conlleva riesgos. Otras veces causa síntomas tales como mareos, náuseas, palidez, visión borrosa, confusión o desmayos, porque el cerebro no recibe suficiente flujo de sangre. Una tensión arterial muy baja puede poner en riesgo la vida porque puede provocar un shock, en el que los órganos sufren un daño debido a la ausencia de flujo sanguíneo. Es más común en ancianos y puede precipitarse por cambios repentinos de posición, deshidratación, infecciones, sangrados, ciertos medicamentos o también por enfermedades como el párkinson o la diabetes.


Por encima de 140/90 se dice que la persona tiene hipertensión arterial. Investigadores han calculado que, en personas de entre 40 y 69 años, por cada incremento de 20 milímetros de la presión arterial sistólica y de 10 milímetros de la diastólica se duplica el riesgo de enfermedad coronaria y de accidentes cerebrovasculares o de ictus.


En el mundo, unos 1.280 millones de personas de entre 30 y 78 años de edad presentan hipertensión. La mayoría vive en países de ingreso medio o bajo y más de la mitad no recibe tratamiento para controlarla, señala un estudio de 2021 publicado en The Lancet. Y eso a pesar de que la hipertensión puede detectarse de manera sencilla midiendo la presión arterial (en casa o en un centro de salud) y a menudo puede tratarse eficazmente con medicamentos de bajo costo.


Ahora, una nueva generación de dispositivos para medir la presión arterial busca facilitar el diagnóstico, y el control, de la hipertensión. A diferencia de los equipos tradicionales, prescinden del manguito o brazalete inflable que se coloca alrededor del brazo y permiten obtener valores a demanda —por ejemplo, oprimiendo un sensor con el dedo—; o de manera continua, si se lleva un reloj, anillo o pulsera.


“El control regular de la presión arterial en todos los adultos mejoraría la concienciación sobre la hipertensión y, para quienes ya la desarrollaron, puede mejorar su control”, señala Ramakrishna Mukkamala, ingeniero bioeléctrico de la Universidad de Pitsburgh, Estados Unidos, quien es coautor de un artículo de revisión en el Annual Review of Biomedical Engineering de 2022 sobre la medición de la presión arterial mediante dispositivos sin brazalete. “Por ejemplo, si los pacientes siguen viendo que su presión arterial es alta, finalmente podrán cumplir con la toma de sus medicamentos”, explica Mukkamala.


La medición de la presión arterial tiene una historia de casi tres siglos hasta llevarnos al mecanismo que todos conocemos y que nuestro médico de cabecera realiza cada vez que vamos a su consulta, al ponernos un manguito que rodea el brazo, inflarlo y luego desinflarlo de manera controlada, hasta determinar la presión arterial máxima y mínima.


Dejar atrás al manguito


Pero el uso de tensiómetros con manguito inflable tiene algunos inconvenientes. Uno es que, a menos que la persona tenga un medidor de presión para uso en casa —una encuesta realizada entre adultos de 50 a 80 años en Estados Unidos encontró que solo el 55 % de los pacientes con hipertensión encuestados poseía uno—, deberá ir a una farmacia, consultorio médico o centro de salud para conocer cuál es su presión arterial.


Otra barrera es que los inflados y desinflados repetidos del manguito son disruptivos e incluso difíciles de aplicar cuando es necesario hacer un seguimiento frecuente de un paciente en un hospital. Y un tercer inconveniente es que no permiten una medición continua de la presión arterial; solo nos ofrece la medición puntual en un momento exacto.


Los nuevos dispositivos sin manguito prometen revelar una imagen más completa de los cambios fisiológicos de la presión arterial que no pueden detectarse con mediciones puntuales, ofreciendo, en cambio, un perfil de presión arterial más real, dice Alberto P. Avolio, ingeniero biomédico de la Universidad Macquarie, en Sídney, Australia, y coautor de la revisión publicada en el Annual Review of Biomedical Engineering.


Los distintos dispositivos de medición sin manguito se basan en métodos que, en lugar de determinar de manera directa la presión arterial, utilizan sensores para captar ciertas señales indirectas que procesan mediante diferentes algoritmos (o conjuntos de procedimientos matemáticos) que permiten obtener el valor. Sería como inferir la fiebre midiendo el aumento de las palpitaciones y de la sudoración en lugar de usar el termómetro, o el resultado de un partido de fútbol desde fuera del estadio escuchando solo los gritos de los espectadores.


Uno de los métodos de detección son los sensores ópticos. Se basan en el principio de la fotopletismografía (FPG): consiste en iluminar un segmento de la piel y analizar la diferencia entre la luz emitida y la detectada por un fotorreceptor, lo cual dependerá del diámetro de la arteria, del volumen de sangre y de la concentración de hemoglobina (proteína que transporta oxígeno) en el sitio de medición. Durante la fase sistólica, cuando el corazón bombea la sangre, la diferencia entre la luz emitida y la reflejada será máxima, porque habrá más caudal de sangre y, por ende, más cantidad de hemoglobina y otras proteínas que absorben la luz. Durante la fase diastólica o de relajación, esa diferencia será mínima. El algoritmo relaciona esas medidas con la presión arterial.


Es el mismo método que usan el Apple Watch y otros dispositivos para medir la frecuencia cardíaca, y también los oxímetros de pulso que se popularizaron durante la pandemia de la Covid-19 para registrar el nivel de saturación u oxigenación de la sangre. También es el método que utiliza la pulsera de la empresa suiza Aktiia, disponible por ahora solo en Europa, que registra automáticamente los valores de presión arterial durante las 24 horas (incluso al dormir, promediando los resultados cada dos horas) y que luego se pueden ver a través de una aplicación en el teléfono móvil.


También hay sensores eléctricos, una versión modificada de una electrocardiografía, que mide la actividad eléctrica del corazón; sensores mecánicos, como la balistocardiografía y la sismocardiografía, que se adhieren a la superficie de la piel para capturar pequeñas variaciones de la presión; y sensores de bioimpedancia, similares a los instrumentos que analizan la composición corporal al medir la resistencia del cuerpo al flujo de una corriente eléctrica.


Calibrados y sin calibrar


Hay dos grandes categorías en las que se pueden agrupar a estos nuevos dispositivos de medición de la presión arterial sin manguito: los que requieren calibración —se necesita cotejar de manera periódica los registros que se obtienen con un esfigmomanómetro manual o digital de manguito— y los que no. Ambos tipos de dispositivos captan las señales del cuerpo de forma no invasiva, ya sea desde la yema del dedo, la oreja o la muñeca, entre otros. La presión arterial estimada luego es mostrada o transmitida a dispositivos cercanos, como teléfonos inteligentes o tabletas.


Entre los métodos de medición que requieren calibración está el tiempo de tránsito del pulso o TTP, que representa el tiempo en milisegundos que tarda en viajar el pulso entre dos puntos arteriales: mientras más rígida sea una arteria, mayor será la presión arterial y menor el TTP, porque el pulso viaja más rápido. Este método es el que, a la fecha, cuenta con más evidencia científica. Otro se basa en el análisis de la forma y amplitud de la onda de pulso, que es la onda de presión que dibuja la propagación de la sangre bombeada por el corazón a través de todo el árbol arterial, y cuyas características dependen, en parte, de la rigidez de las paredes arteriales.


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