Publicado: 11 de Junio de 2024
El exceso de peso está en la cima de los problemas de salud global que atenazan al mundo. La obesidad ya se ha convertido en la forma de malnutrición más común en la mayoría de los países y su incidencia crece imparable en todo el globo. Una revisión científica de la Universidad de Sichuan (China) publicada este lunes en la revista Jama Pediatrics hace hincapié en el impacto de este fenómeno en la población infantojuvenil y, en la línea de otras investigaciones anteriores, constata la tendencia alcista: la cifra de casos registrada entre 2012 y 2023 es un 60% mayor que la reportada en la primera década de este siglo. Según la investigación, actualmente, uno de cada cinco menores del planeta tiene exceso de peso (sobrepeso u obesidad).
Los autores han identificado gran heterogeneidad de prevalencia entre países y también factores de riesgo diversos, desde dietéticos hasta comportamentales. Por ejemplo, saltarse el desayuno, la exposición excesiva a las pantallas o el tabaquismo durante el embarazo elevan la probabilidad de desarrollar obesidad en la infancia. Los científicos advierten, además, de que la acumulación excesiva de grasa en los primeros años de vida se puede perpetuar en la edad adulta y es la puerta de entrada a otras enfermedades, como la depresión y la hipertensión.
No es la primera vez que se intenta poner cifra y perspectiva a este fenómeno. Hace siete años, una investigación calculó que, en 2015, había 107,7 millones de niños (el 5% de la población infantil) y 603,7 millones de adultos con obesidad. La tendencia, ya entonces, apuntaba al alza y el tiempo lo sigue confirmando. Según las estimaciones de la Federación Mundial de la Obesidad, para 2025 habrá ya 310 millones de personas de cinco a 19 años con esta enfermedad; y en 2030 serán 350 millones. La nueva investigación publicada en Jama Pediatrics avanza en la misma dirección y profundiza en los patrones de riesgo y en los peligros que acechan alrededor de esta enfermedad.
Los científicos de la Universidad de Sichuan revisaron más de 2.000 estudios de 154 países que involucraron a cerca de 46 millones de personas. La investigación concluyó que la prevalencia global de obesidad en niños y adolescentes es del 8,5%, aunque hay una gran variabilidad entre regiones. Por ejemplo, en Vanuatu, una isla de Oceanía, la prevalencia es del 0,4% y en Puerto Rico, del 28,4%. En España es del 9,28%.
De entrada, los países de altos ingresos tienen cifras más altas de obesidad y sobrepeso, pero también entre ellos se identificaron grandes diferencias: en Estados Unidos, la prevalencia es del 18,6% y en Japón, también territorio desarrollado, roza el 4%. “Las diferencias en los hábitos alimentarios pueden influir en esta disparidad. Los países europeos y Estados Unidos a menudo prefieren una dieta de alimentos procesados. Por el contrario, en los países del sudeste asiático históricamente se ha dado prioridad a las dietas ricas en cereales integrales y verduras, que generalmente se consideran opciones más saludables”, razonan los investigadores en el artículo.
Manuel Tena, jefe de grupo del Centro de Investigación Biomédica en Red (CIBER) de Obesidad y Nutrición, señala que la fortaleza de esta investigación, en la que no ha participado, es “la potencia en la integración de datos”, aunque también presenta algunas limitaciones (que los propios autores reconocen), como la falta de información en algunos países o los diferentes criterios entre estudios para identificar la obesidad y el sobrepeso. “Hay que tomar con cautela ciertas interpretaciones”, reflexiona.
Al tratarse de una revisión científica, puntualiza Tena, los hallazgos no son nuevos, pero “confirman la tendencia” que arrojaban estudios más pequeños. Entre ellos, que la obesidad ya no es solo una cosa de países ricos, sino que se expande por todo el globo: en Ecuador, por ejemplo, la prevalencia está en el 12%, en México es del 16,5% y en Kuwait supera el 20%.
Para Tena, “lo más preocupante” es que, lejos de frenarse ese aumento de casos, la tendencia en niños y adolescentes sigue al alza. El estudio analizó la prevalencia en dos períodos (entre 2000 y 2011; y de 2012 a 2023) y concluyó que, si en la primera década del siglo, la prevalencia de obesidad era del 7%, en los últimos 10 años alcanzó el 11,3%. “En algunas partes del mundo, hay estudios en adultos donde se ve que las tendencias se están estabilizando. Pero en obesidad infantil, la tendencia es creciente y eso significa que vamos por el mal camino”, lamenta Tena.
En la misma línea se expresa Albert Goday, jefe de sección de Endocrinología del Hospital del Mar de Barceñpma, que tampoco ha participado en esta investigación: “Lamentablemente, esta pandemia no la estamos sabiendo parar. Fuimos capaces de frenar la de la covid o la del VIH, pero la de la obesidad, que viene de más lejos, no la conseguimos parar y tiene grandes consecuencias para la salud”. Los resultados de este estudio son, a su juicio, “un motivo de preocupación serena”: “Es un vaticinio de lo que nos espera en el futuro. Es una predición de que la pandemia de obesidad no va a ser mejor de lo que tenemos ahora. La posibilidad de que un niño con obesidad sea un adulto con obesidad es alta”-
Obesidad de la madre y tabaquismo durante el embarazo
Esta nueva investigación también desgrana los factores de riesgo que juegan un papel en el desarrollo de sobrepeso y obesidad en la infancia. Para empezar, la prevalencia es mayor en niños que en niñas. Y también la obesidad materna y el tabaquismo durante el embarazo elevan el riesgo de obesidad infantil y adolescente. La diabetes materna o el aumento de peso gestacional, en cambio, mostraron un impacto, pero más “modesto”, apuntan los autores. Sobre la influencia de la obesidad paterna, que otros estudios consideraron un factor de riesgo, este estudio reveló “lo contrario”, aseguran los firmantes.
El estudio también señala directamente la influencia de factores ambientales y patrones específicos de comportamiento y dietéticos. Saltarse el desayuno, por ejemplo, se asoció con más riesgo de obesidad pediátrica. Y “sorprendentemente”, apostillan, hacer más de tres comidas al día se vinculó con un menor riesgo. “Lo que podría explicarse por la teoría de que realizar varias comidas pequeñas a lo largo del día es más saludable que tres comidas grandes”, reflexionan los autores.
Como una pescadilla que se muerde la cola, los científicos chinos enfatizan también el círculo vicioso en torno al ejercicio físico o la falta de él: los niños con obesidad practican menos actividad física, lo que hace aumentar sus niveles de sedentarismo, un comportamiento que, a su vez, contribuye al desarrollo de obesidad. “Nuestros hallazgos también mostraron que los niños que hacían ejercicio regularmente tenían una probabilidad mucho menor de obesidad. Además, observamos que jugar en el ordenador durante más de dos horas al día se asoció con un aumento en el riesgo de exceso de peso, y el tiempo dedicado a mirar televisión también mostró una correlación positiva, aunque no significativa”, explican en el estudio. Los autores sostienen que la exposición a pantallas aumenta también el riesgo de obesidad “a través de una mayor exposición al marketing de alimentos, aumento de la alimentación sin sentido mientras se miran pantallas, desplazamiento del tiempo dedicado a actividades físicas, refuerzo de conductas sedentarias y reducción de la duración del sueño”.
Tena enfatiza también otro factor clave que arroja la revisión científica: las horas de sueño. “Tener buenos hábitos de sueño, como dormir 10 o más horas, reduce el riesgo”, apunta.
La llave maestra a otras enfermedades
La obesidad es, aparte de un problema de salud en sí misma, la llave que abre la puerta a un mundo de enfermedades crónicas a medio y largo plazo. Los niños con exceso de peso tienen más probabilidad de desarrollar prediabetes, asma, hipertensión o hígado graso. Esta última, si no se controla y persiste en el tiempo, puede derivar en cirrosis o cáncer de hígado. “Nuestra investigación reveló una alta prevalencia de comorbilidades en niños y adolescentes con obesidad. La prevalencia agrupada más alta se encontró en la depresión, que aproximadamente uno de cada tres niños con obesidad podría experimentar, seguida de la hipertensión, con una prevalencia agrupada del 28%”, concluyen los autores, que piden que, en el tratamiento de la obesidad, se evalúen y traten simultáneamente estas otras enfermedades asociadas para prevenir la progresión de ambas.
Goday describe un fenómeno en alza asociado a este incremento de la obesidad en edades tan tempranas: “Vemos enfermedades de adultos en niños. La posibilidad de que un niño con obesidad sea obeso también de adulto es alta. Se perpetúa y da más consecuencias para la salud: aparecen antes enfermedades crónicas donde el tiempo de exposición importa e implica más daño en el organismo”. No es solo el peso en sí, sino todos los problemas de salud que eso trae consigo, enfatiza. Y llama a reforzar hábitos de vida saludables, como el ejercicio físico, los juegos tradicionales alejados de las pantallas, desayunar todos los días o comer en familia en lugar de solos y mirando a la televisión o al móvil.
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